Don Manuel Bueno es el cura de una aldea
minúscula a orillas de un lago en la región de
Sanabria. El sacerdote es un santo reconocido por todos sus feligreses,
está cercano a los pobres y enfermos, ayuda a los
trabajadores, es un ejemplo del amor de Dios, de entrega... Todo su tiempo es
para su pueblo, su único miedo: la soledad. En su quehacer lo
acompañan dos hermanos: Ángela
Carbanillo, joven con una profunda religiosidad; y su hermano Lázaro, que regresa de América con
ideas progresistas y alejado de la Iglesia, pero que se deja llevar por la
atracción espiritual que ejerce el sacerdote sobre todo el que
lo conoce. Lázaro es el primero en conocer el secreto de don Manuel:
su falta de fe.
La tragedia de Unamuno está
escrita en este cuento, en esta novelita corta. Unamuno fue durante toda su vida
un buscador incansable de Dios y de la realidad. Siempre lo atormentó la
pregunta por la supervivencia de la conciencia después de la
muerte. Dudó y se cuestionó en todo
momento y quién sabe si en esa duda encontró a Dios.
Unamuno, como don Manuel, no cree, pero es capaz de pasar días y
días yendo al Museo del Prado para contemplar al Cristo de
Velázquez y escribirle su apasionante poema en el que se
sigue cuestionando la resurrección.
En San Manuel, Unamuno nos
enseña cómo la fe
del sacerdote no está en su mente ni en su corazón, su fe
está en sus obras, la construye a la vez que fortalece la fe
del pueblo. Su misión es la felicidad de sus feligreses,
misión a la que se une Lázaro y ante
la que se derrumba Ángela cuando se entera de la verdad. Sin embargo,
don Manuel será un testimonio para todos hasta el día de su
muerte. Ángela, después de la
muerte de ambos dirá que se murieron creyendo no creer. Sus
obras hablaron de la fe que no tenían.
Dice el autor hablando de esta novela:
Tengo la conciencia de haber puesto en ella todo mi sentimiento trágico
de la vida cotidiana.
Unamuno, sin fe, es capaz de comprometerse en la vida y en la formación de
un país que se viene abajo, denuncia una guerra injusta, como
todas, que crearía las dos españas. Su
pensamiento, sus dudas, siguen teniendo algo que decir hoy. A lo mejor,
él también
murió creyendo no creer.
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