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jueves, 5 de septiembre de 2013

LOS PASOS PERDIDOS


La historia comienza con el viaje de un musicólogo, presa de la gran ciudad, de su mujer y de su amante, que viaja a la selva americana en busca de unos instrumentos musicales de los indígenas. En realidad, el viaje es la huída de su realidad, de ese mundo en el que vive y que lo agota, no es un mero viaje a la selva, un viaje científico, es un viaje hacia sí mismo, hacia lo más profundo de su ser, hacia el origen, un viaje al seno materno del protagonista y del mundo. Allí encuentra, no lo que había perdido, sino lo que nunca ha encontrado. Se encuentra en una realidad donde todo tiene sentido, donde lo simbólico y lo telúrico lo inundan todo.

Lo que realmente está por debajo de toda la narración es la eterna oposición literaria y cultural entre civilización y barbarie. ¿Cuál es la barbarie en la novela? ¿Dónde está la civilización? ¿En la gran ciudad que ha dejado atrás, donde no hay vida, sólo prisas, sinsentidos, inconexiones... donde incluso el amor es materializado, deshumanizado? Frente a esto

Carpentier presenta una barbarie, la de la selva, la de la comunidad que allí habita, que está plena de sentidos, entregas, uniones... La relación que se establece entre él y Rosario, una india de la comunidad, es gratuita, cercana, cotidiana, sin pedir nada a cambio. Todo esto lo hace el autor con la gran maestría de no hacer del ámbito de la selva un lugar idealizado, no lo es, hay contradicciones, errores, dificultades, no es el paraíso perdido, pero sí es el lugar privilegiado del encuentro consigo mismo, con el otro, con lo que nos es más humano de nosotros mismo, nuestra propia realidad muchas veces oculta por artificios de mundos desarrollados, urbanos, complejos, absurdos... La magia de Carpentier en Los pasos perdidos no llega de la mano de sucesos extraños, inexplicables, que rozan lo fantástico, todo lo contrario, la cotidianidad que se establece en la vida en la pequeña comunidad de la selva es ya, de por sí, mágica porque permite el encuentro con el otro, el contacto directo con lo más íntimo de nosotros mismos y con la tierra, presente, hermana, madre, purificadora.

El viaje que nos propone el escritor cubano no es sólo el de su protagonista, sino también el de cada uno de nosotros para encontrarnos con nuestro propio lugar en el mundo y ser capaces de mantenernos en él. ¿Es capaz el protagonista de renunciar a toda esa realidad que no lo llena y quedarse en la selva? ¿Somos nosotros capaces de iniciar ese viaje y permanecer en ese lugar prometido? Si te animas a leer esta gran novela, puedes encontrar alguna idea, pero ninguna respuesta.

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