Sinopsis
La
exhortación apostólica del Papa se dirige a los jóvenes directamente, y a
cualquier cristiano indirectamente, tenga la edad que tenga. A raíz del Sínodo,
propone un camino que pasa por la experiencia, la vida, la reflexión, y la
vocación. Un mensaje que hay que leer.
¿Por qué leer "Christus Vivit"?
Cada
vez que sale una nueva publicación signficativa del Papa Francisco, ya sea
encíclica o exhortación apostólica, inmediatemente aparecen síntesis,
recopilaciones de sus frases más contundentes, o puntos clave, desgranados con
más o menos estilo y creatividad en redes sociales. Con una cierta tentación de
convertirse en un «tú no lo leas, que ya te lo cuento yo». Ocurrió con
Laudato Sii, con Amoris Laetitia, con Gaudete et Exsultate, y
recientemente volvía a ocurrir con esta Christus Vivit. Como
suele suceder hoy en día con demasiadas noticias y publicaciones, está un
par de días de actualidad, genera un par de hashtags populares, y luego
pasa al olvido. Pero a este Papa no hay excusa para no leerlo, porque
escribe con una intencionada sencillez. Quiere que se le entienda. No se va a
teologías densas, no pide la complicidad de quien ya conoce una jerga. Habla de
la vida con ejemplos cotidianos. Y por eso, deberíamos hacer el esfuerzo de
leerlo, y dialogar con eso que plantea.
En
esta exhortación habla a los jóvenes, y habla de los jóvenes. Y en su
lectura va planteando preguntas. O va dejando cabos sueltos para que uno se
plantee preguntas, aunque no estén ahí formuladas. Sobre la vida, la
vocación, la pastoral... No saca él mismo las conclusiones, sino que las
plantea. Y va tocando temas necesarios: trabajo, familia, vocación, sexualidad,
misión, experiencia de la fe, rebeldía frente a la Iglesia institucional...
Probablemente una objeción que se puede hacer es que en los temas delicados en
los que muchos jóvenes se sienten más distantes de la Iglesia, apenas entra o
los pasa muy de puntillas. Quizás sea para evitar polarizar la lectura. Pero el
que no esté todo no quiere decir que lo que está no sea importante y necesario.
Por eso, el reto es que no lo lean por ti.
«Tú
tienes que descubrir quién eres y desarrollar tu forma propia de ser santo, más
allá de lo que digan y opinen los demás. Llegar a ser santo es llegar a ser más
plenamente tú mismo, a ser ese que Dios quiso soñar y crear, no una fotocopia.
Tu vida debe ser un estímulo profético, que impulse a otros, que deje una marca
en este mundo, esa marca única que solo tú podrás dejar» (n. 162)
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