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Pero ni mi hermano ni yo sospechábamos que mientras
nosotros gozábamos con la lectura, a nuestro lado se desarrollaba una lucha
invisible y silenciosa. Nunca pensamos en que nuestras luciérnagas, contando
únicamente con las gotas doradas y luminosas, se afanaban en alejar la
oscuridad perversa que amenaza envolver continuamente al hombre.
Primero nuestros vecinos, y luego los demás habitantes
del pueblo se preguntaban extrañados, por qué las luciérnagas no abandonaban
nuestro jardín ni de día ni de noche, dejando el resto del pueblo sumido en la
oscuridad.
Un día mi hermano les desveló el secreto:
- Somos nosotros, les dijo, los que atraemos las
luciérnagas a nuestro jardín. Lo hacemos con cada buen libro que leemos
-añadiendo a continuación-: Cada uno de esos libros interesantes es una
luciérnaga que ilumina las tinieblas y nunca se apaga.
Los demás campesinos se hicieron eco de nuestras
palabras y empezaron a buscar también libros interesantes, esos libros que
atraería a las luciérnagas.
Muy pronto se formó una larga cola a la entrada de la
biblioteca del pueblo. Niños y adultos, hombres y mujeres, pedían más y más
libros. Se había despertado el ansia por la lectura. Y ¡qué maravilla! Los
jardines se llenaron de luciérnagas; los balcones y los tejados se vieron
abarrotados de lucecitas doradas; el follaje de los árboles y las aceras se
convitieron en un ascua de luz; y el campanario de la iglesia brillaba en la
oscuridad. De repente el cielo se iluminó.
Entonces... entonces la constelación libro se descolgó
desde el cielo y aterrizó mansamente en la plaza del pueblo. Era una
constelación hermosísima, hecha de luces temblorosas, las luces de las
luciérnagas, con su encanto increíble, fascinante. Irradiaban su luminosidad lo
mismo que lo hacen todas las cosas que en este mundo encierran valores eternos,
como el amor, la bondad, la libertad, la belleza, la ternura, la justicia y
muchas otras realidades que llenan de sentido nuestras vidas y profundizan
nuestra conciencia de los valores que justifican nuestro difícil y atropellado
paso por el planeta.
Mi hermano y yo continuamos siendo unos chiflados de
los libros. Teníamos una afición loca por la lectura.
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