Demonios familiares, su novela póstuma comienza así:
“Algunas noches el Coronel oía
llorar a un niño en la oscuridad. Al principio se preguntaba quién sería,
puesto que hacía muchos años que en la casa no vivía ningún niño. Solo quedaba,
en la mesilla de noche de Madre, una fotografía sepia, una sonrisa transparente
y errática ?quién sabía ya si de Madre o del niño?, flotando en la noche, como
una luciérnaga alada. Ahora sus recuerdos, incluso los tenebrosos fantasmas de
la campaña de África, se parecían cada día más a desperdicios, lo que queda,
migas de pan en el mantel, de un antiguo festín. Pero su memoria recuperaba una
y otra vez la imagen de Fermín, su hermano mayor. Encerrado en su marco de
terciopelo malva, vestido de marinero, apoyado en un aro de madera, y siempre
niño. Como un fantasma recurrente "¿qué raro, es mi hermano mayor, pero yo
tengo más años que él"?, persistía allí, nadie lo había quitado de la
mesilla, ni aun cuando Madre ya no estaba, hacía años que él se había casado,
había nacido su hija, y Herminia, su mujer, había muerto...”
No hay comentarios:
Publicar un comentario