Sinopsis
El
Credo no es una oración para recitar de carrerilla, aunque a veces es una
oración que recitamos de carrerilla. Es un recorrido intelectual, un diálogo,
una serie de afirmaciones que tenemos que irnos apropiando, una pelea, una
búsqueda. Todo eso lo muestra con agilidad y de un modo interesante Luis
González-Carvajal en este libro, recomendable para cualquiera que se tome un
poco en serio su fe.
¿Por qué leer "El Credo explicado a los cristianos un
poco escépticos"?
El
subtítulo "(Y a los escépticos un poco cristianos)" es toda una
declaración del autor. Sobre la incertidumbre, sobre el rechazo de las
certidumbres por decreto. Sobre la conciencia de que la duda está en el corazón
del creyente y del ateo, porque nuestra necesidad de comprender nos hace
asomarnos una y otra vez a las grandes preguntas. Y con esa idea, elige ir
dialogando con el credo. Desmenuzando sus afirmaciones. Mostrando lo que
significa hablar de Dios como Padre, o como madre, y sobre todo lo que
significó en tiempo de Jesús. Cómo entender ese ser todo poderoso (¿se te había
ocurrido que es sinónimo de todo cariñoso?). Qué queremos decir al decir que
Jesucristo es Dios... A lo largo de las páginas se van tocando cuestiones como
la relación entre la fe y la ciencia, la muerte del justo, la libertad, la
resurrección, la Iglesia... de un modo sugerente y asequible al lector.
Luis
González-Carvajal tiene una larga experiencia como autor y como pastor, y ahí
conjuga de una manera formidable la solidez intelectual con la capacidad para
transmitir. Esto, que ya hizo que su «Teología para universitarios»
siga siendo una de las mejores introducciones para quien quiera iniciarse en la
fe de un modo adulto, se consigue también de manera amena y profunda en este
libro.
«La
existencia de un proyecto del Creador que guía el proceso evolutivo no es
demostrable científicamente, pero tampoco se puede negar en nombre de la
ciencia. Nos contentamos con decir que es una afirmación sumamente razonable,
porque nadie podría negar que si "la naturaleza" hubiera estado
animada desde el primer momento por la intención de acabar engendrando seres
conscientes, habría ido "haciendo" exactamente lo que hizo. Antony
Flew, uno de los más famosos ateos del siglo XX, dio una muestra de honestidad
intelectual al anunciar en 2004 que se había visto obligado a admitir la
existencia de Dios cuando le demostraron que, de acuerdo con las leyes de la
estadística, la probabilidad de que la naturaleza durante 15.000 millones de
años haya ido tomando en cada momento las "decisiones" necesarias
para el surgimiento de la vida humana por puro azar es matemáticamente mucho
menor que la probabilidad de que salga un soneto de Shakespeare golpeando incesantemente
al azar el teclado de un ordenador" (47)
«¡No,
y mil veces no!» La justicia de Dios no es como la de las repúblicas bananeras,
que condenan a los inocentes y absuelven a los culpables. Jesús no sufrió como
consecuencia de la justicia divina, sino de la injusticia humana» (65)